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2 Timoteo 2:2


Con estas palabras el apóstol Pablo hace hincapié en la responsabilidad de un líder de adiestrar a otros en el liderazgo. Si ha de llevar a cabo plenamente su tarea, un líder debe dedicar tiempo para adiestrar a otros para que tengan éxito y hasta lo remplacen. La estatura espiritual de Bernabé puede verse en su falta total de celo cuando su protegido, Pablo, sobrepasó sus propias pericias de liderazgo y se volvió el miembro dominante del equipo. Es lógico que un líder debe proveer a los subordinados la oportunidad de ejercitar y desarrollar sus capacidades.


John R. Mott creía que los líderes deben multiplicarse a sí mismos desarrollando líderes más jóvenes, dándoles rienda suelta y oportunidad adecuada para demostrar sus capacidades. La gente joven debe sentir el peso de las cargas onerosas, la oportunidad para mostrar iniciativa, y el poder de la decisión final. El líder joven debe recibir crédito generoso por sus logros. Ante todo, hay que tenerle confianza. Las equivocaciones constituyen el precio inevitable de adiestrar a los líderes.

Adiestrar líderes es una tarea delicada. El entrenador sabio no dará a conocer el objetivo que tiene en mente. El obispo anglicano Stephen Neill habló del peligro de esta tarea:

Si nos proponemos crear una raza de líderes, lo que tendremos éxito en hacer probablemente sea producir una raza de intelectuales intranquilos, ambiciosos y descontentos. Decirle a un hombre que está llamado a ser líder es la mejor forma de asegurar su ruina espiritual, puesto que en el mundo cristiano la ambición es más mortal que cualquier otro pecado, y, si se sucumbe a ella, hace que un hombre se vuelva infructuoso en el ministerio. La calidad más importante de los cristianos autóctonos que son llamados a llevar la responsabilidad en las iglesias jóvenes, es la espiritual más bien que la intelectual.

Leslie Newbigin va al extremo de dudar si es que la iglesia debiera alentar el concepto de liderazgo, que es tan difícil de usar sin ser engañados por la contraparte no cristiana. La iglesia necesita santos y siervos, no «líderes», y si nos olvidamos de la prioridad del servicio, toda la idea del adiestramiento para el liderazgo se vuelve peligrosa. El adiestramiento para el liderazgo todavía debe seguir la norma que usó el Señor con sus doce discípulos. Nuestro Señor dedicó la mayor parte de su ministerio de tres años a moldear el carácter y espíritu de sus discípulos. La obra no puede ser casual ni mal concebida.

Pablo mostró la misma preocupación al adiestrar al joven Timoteo. El método que usó para prepararle para la iglesia en Éfeso es profundamente instructivo.

Timoteo tenía unos veinte años de edad cuando Pablo se hizo su amigo. Era proclive a la melancolía, y demasiado tolerante y parcial con la gente de rango. Podía ser irritable con sus oponentes. Optaba por depender de viejas experiencias espirituales en vez de encender la llama de la devoción cotidiana.


Pero Pablo esperaba grandes cosas de Timoteo. Pablo se propuso corregir la naturaleza tímida de Timoteo para remplazar blandura con acero. Guió a Timoteo hacia experiencias y dificultades que templaron su carácter. Pablo no titubeó en asignarle tareas superiores a sus capacidades inherentes. ¿De qué otra forma puede una persona joven desarrollar competencia y confianza si no lo hace tratando de alcanzar lo importante?


El viajar con Pablo puso a Timoteo en contacto con hombres de estatura cuyas personalidades encendieron en él una sana ambición. De su instructor aprendió a enfrentar triunfante las crisis que Pablo consideraba rutinarias. Pablo compartió con Timoteo la obra de predicación. Le asignó la responsabilidad de establecer un grupo de cristianos en Tesalónica. Las normas mas exigentes, expectativas superiores y serias demandas hicieron resaltar las mejores cualidades en Timoteo, salvándolo de una vida de mediocridad.



*Adaptado del libro Liderazgo Espiritual escrito por J. Oswald Sanders

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Pablo le explicaba a la iglesia en Corinto que cada persona en su congregación poseía una habilidad sobrenatural para bendecir a los demás, dentro de la iglesia. A estas habilidades les llamó «manifestación[es] del Espíritu» (1 Corintios 12:7; 14:12). ¿Te emociona esa imagen? ¡Qué asombroso es ver a Dios moverse a través del cuerpo humano! Algunos hemos visto a personas cuyos cuerpos están poseídos por demonios que se manifiestan y hablan a través de ellos. Otros han visto caracterizaciones de esto, gracias a Hollywood. Leemos estas historias en las Escrituras, podemos imaginarnos a un demonio tomando el control absoluto de alguien y haciéndolo actuar y hablar a su placer.

¿Por qué es que nos resulta más fácil imaginar una posesión demoníaca, que una manifestación del Espíritu Santo? La mayoría podríamos decir que creemos que hay posesiones demoníacas, pero, ¿creemos que el Espíritu puede obrar a través de nosotros de una manera superior? ¡Nuestras reuniones estaban destinadas a ser sobrenaturales! Si nos enfrentáramos a una mujer poseída por un demonio, quedaríamos espantados durante días; ¿acaso, ver a alguien lleno del Espíritu no debería de ser igualmente sorprendente y memorable? ¡Necesitamos elevar nuestra expectativa! Si supieras que el Espíritu Santo se fuera a manifestar a través de alguien, ¿o te emocionaría pensar en la próxima reunión de iglesia?


Nos hemos convertido en personas fáciles de complacer. Nos conformamos si alguien se va contento de la iglesia, pero, ¡Dios quiere que se vayan asombrados! No estoy sugiriendo que nuestros servicios sean excéntricos; trayendo serpientes venenosas. Tampoco estoy diciendo que exageremos y lleguemos al punto del delirio emocional, lo cual, carece totalmente de esencia divina. Lo que estoy diciendo es que, nos hemos conformado con lo natural, y nuestras decisiones no dan evidencia que creemos en el Espíritu Santo. Por tal razón, terminamos teniendo reuniones lógicas y que, a veces, se sienten saturadas y hasta obligatorias.

Pablo quería que los creyentes se reunieran teniendo la confianza de que Dios deseaba moverse en medio de ellos, cohabitar y manifestarse a través de ellos para la edificación de todos. ¿Vas a las reuniones con esa misma expectativa? Si te conformas solamente con recibir de los demás, te perderás la emoción que es sentir al Espíritu Santo manifestándose a través de ti, y esto provocará que te sientas insatisfecho, y la iglesia sufre. Tu don espiritual es muy necesario.

Tradicionalmente, la iglesia valora a las personas de la misma manera que lo hace el mundo. Buscamos buenos líderes, comunicadores hábiles y artistas talentosos. Apreciamos sus dones y talentos, y también, que los hagan evidentes. Y así como lo hace el mundo, menospreciamos a aquellos que, inicialmente, parecen no tener nada que ofrecer. ¿Acaso nuestras acciones demuestran que esperamos que todos los miembros del cuerpo contribuyan sobrenaturalmente? Jamás nos atreveríamos a mirar a Dios a los ojos y decirle que pensamos que uno de sus hijos es un inútil; pero, no necesitamos decirlo con nuestros labios, si nuestras acciones lo están gritando.


Junto con los diáconos de la iglesia hace un par de años tuvimos que arrepentirnos después de terminar de estudiar la carta de 1 Corintios 12-14. Nos dimos cuenta que a muchas personas en nuestra congregación los clasificamos como improductivos. Comenzamos a orar por cada uno de ellos y nos acercamos de manera individual, para animarlos. Decidimos encontrar a los que pasaban más desapercibidos en nuestra congregación para recordarles verdades bíblicas, y para decirles cuánto los necesitábamos. Después de todo, en el contexto de 1 Corintios, ¿no nos explicó Pablo que Dios escogió al menospreciado del mundo para exhibir su poder (1:26-27)? ¿Cómo sería nuestra forma de actuar si realmente lo creyéramos? ¿Acaso no estamos sobrevalorando a las personas adineradas, hermosas y talentosas, tal como lo hace el mundo? Hay tanta gente que entra y sale de nuestros servicios sin recibir atención; y, por alguna razón, son los millonarios, los presidentes de las compañías y los famosos, a quienes damos toda nuestra atención. ¿Qué dice esto de nosotros?


Reflexiona: ¿Qué expectación tienes cuando vas a la iglesia? ¿Vas con la mentalidad de recibir algo, o de dar algo que Dios te ha dado? ¿Quieres bendecir, o solo ser bendecido?



*Adaptado del libro Cartas a la Iglesia escrito por Francis Chan

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