Tenemos que dejar de ver a los líderes como «personas que te ministran». Dios explicó claramente el papel de estas personas; estos existen para equiparte no para consentirte. Piensa en ellos como un entrenador personal, y no como un masajista terapéutico.
«Y él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». Efesios 4:11-12
Nuestro Padre sabe que todos sus hijos son extremadamente talentosos; está convencido de ello. Él hizo un trabajo maravilloso al crear a cada uno y llenarlos de poder sobrenatural. Dios desea ver a todos sus hijos sirviendo a su mayor capacidad, y él ha asignado líderes en esta tierra, para asegurarse que así será. Muy pocos alcanzan a comprender que este es el papel que desempeñan sus líderes, y aún ellos mismos no comprenden que ese es su papel. Los líderes se han convertido en una clase de entrenadores personales que levantan pesas y corren en la caminadora mientras que sus clientes se sientan a contemplarlos maravillados. Al final los líderes se preguntan por qué la gente no se desarrolla como debiera.
En mi casa hay una pared que tiene muchas marcas; es donde mis hijos miden su crecimiento cada cierto tiempo, para ver si han crecido. Se emocionan con cada centímetro que avanzan (Lisa y yo engendramos hijos de baja estatura), y se decepcionan cuando ven que no han crecido por algún tiempo. ¡Quieren ver su propio crecimiento! Aquellos que son padres por primera vez, constantemente miden y pesan a sus bebés para asegurarse que los están alimentando correctamente, pero, si el bebé no crece, entran en pánico y hacen los ajustes necesarios porque el crecimiento es algo que debe suceder naturalmente.
Entonces, ¿por qué no esperamos verlo en la iglesia? Semana tras semana llegan las mismas personas con muy poco o ningún cambio en su vida. A pesar de esto, y de manera descabellada, hemos decidido continuar haciendo exactamente lo mismo esperando obtener resultados diferentes. Cada semana las mismas conversaciones, el mismo «buen sermón», el mismo «nos vemos la próxima semana». Si no hay fruto, ¿acaso no es tiempo de un cambio? Recientemente escuché a alguien decir: «Tu organización está perfectamente diseñada para brindarte los resultados que estás obteniendo en este momento». Puede que sea hora de un cambio radical.
Aún si quisiéramos que todos usaran sus dones, tomando en cuenta la manera en la que estamos haciendo las cosas, ¿sería posible ese cambio? No hay tiempo suficiente; ya que, cuando reducimos todo lo que significa «iglesia» a un servicio de noventa minutos, donde hay enseñanza por cuarenta y cinco minutos y música por treinta minutos; nos quedan quince minutos para anuncios y saludos forzados al vecino de asiento. La pregunta es: ¿Estamos creando el espacio necesario para que «cada parte del cuerpo» se sienta instrumento de Dios para bendición de los demás? ¿O hemos hecho nuestros servicios tan profesionales e impresionantes, que solamente la minoría selecta puede contribuir?
Hablando de la iglesia, Pablo dijo: «Conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor» (Efesios 4:16). La única manera en la que una iglesia alcanza madurez, es cuando todas las partes «funcionan». Si desistimos del objetivo de que cada miembro ejercite sus dones espirituales, entonces estamos destinados a la inmadurez perpetua.
Pablo esperaba que la iglesia produjera santos que fueran valientes, trabajadores e inmutables ante las falsas enseñanzas y capaces de resistir la tentación (Efesios 4:11-14). Pablo describió el propósito de aquellos bajo su liderazgo y usó las frases: «Condición de un hombre maduro» y «la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13). ¿Podrías describir a los miembros de tu iglesia en estos términos? Si eso es la meta, deberíamos esperar resultados así de los que han pasado años (¡o décadas!) en la iglesia.
En última instancia, todo se resume a lo que producimos. Nos concentramos tanto en que la gente entre a la iglesia, que no pensamos en lo que está saliendo de ella. El propósito de la iglesia no es solamente existir; sino producir. ¿Estamos produciendo discípulos maduros que imitan a Cristo en el servicio continuo a los demás? ¿Desarrollamos comunidades cuya característica principal es el amor, que el mundo se maravilla al verlos (Juan 13:34-35)? Si no estamos produciendo esto, ¿para qué existimos?
Coincido con lo que escribió Mike Breen: «¿Acaso sólo servimos para reunir gente una vez por semana, o de verdad estamos produciendo una comunidad como la que leemos en el Nuevo Testamento? ¿Hemos cambiado nuestro modelo de buen discípulo, por alguien que apoya las actividades, ofrenda y ocasionalmente alimenta al pobre y al hambriento?»
Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Qué esperas de tus líderes en la iglesia? ¿Tomas lo que aprendes y lo pones en práctica? Si eres un líder en la iglesia, ¿estás viendo que las personas están creciendo? Si no, ¿qué tienes que hacer de una manera diferente?
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*Adaptado del libro Cartas a la Iglesia escrito por Francis Chan
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